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Sebastian Iradier Salaberri (II / II)

Sebastian Iradier organista de San Juan de Salvatierra - Agurain

El órgano de la Iglesia de San Juan era bueno, por más que ya antiguo, por lo que se hallaba algo estropeado. Iradier supo sacarle buen rendimiento, contribuyendo al esplendor del culto. Por su temperamento y carácter a Iradier le costaría llegar a sentir la música religiosa; le atraían más las obras sinfónicas de los grandes maestros.

En contra de lo que escribió Pio Baroja, dudando de que Iradier fuera un buen organista, se ha manifestado que era uno de los mejores profesores de música organística. Aunque en parte el novelista pudiera tener razón. Si bien Iradier había llegado después de una importante entrenamiento en el órgano de San Miguel de Vitoria, además de la experiencia que fue adquiriendo. Muy especialmente cuando de Salvatierra se trasladó a Madrid y ejerció docencia, además de perfeccionarse en conocimientos musicales.

Durante la estancia de Iradier en Agurain se granjeó las simpatías de las gentes por sus atractivas dotes. Joven como era, apuesto y hasta elegante, se captó principalmente a la juventud aguraindarra sobre todo femenina, con la que alternaba normalmente. Era su carácter abierto y le agradaba tratar al vecindario, lo que, por otro lado, era casi imprescindible en una localidad pequeña.

No dejaba de alternar en bailes, meriendas y fiestas, siempre de buen humor, puede decirse que era un juerguista. Algunos comentaban que era un “elemento” y había quienes le tildaban de “calabera”, incluso en el Archivo de nuestra Villa han aparecido alguna denuncia por sus escarceos con alguna dama, aunque al final no fueron a mayores.

Era liberal en el doble concepto del vocablo. En su significación política, al contrastar con la tendencia carlista de parte de los habitantes de la Villa.

Era habitual que cuando se juntaba con la juventud de Agurain improvisara alguna canción acompañado por la guitarra. Y claro es que tampoco se le veía ausente de los bailes.

A la gente le complacía la alegría que lo caracterizaba, pero a quien no le agradaba mucho la manera de ser de Iradier era al párroco de San Juan y tal vez tampoco a los clérigos, que le consideraban no solamente disipado, sino en cierto modo libertino. Era lógico con sus 18 años, hasta los 24 que aquí estuvo.

Como las obligaciones de organista y “sacristán mayor” no le agobiaban, le quedaba tiempo para sus ocupaciones musicales. Daba clases de solfeo y piano y hasta de composición musical a algunos convecinos. Se ejercitaba en los ensayos organísticos para perfeccionarse en la ejecución y profundizaba en otros aspectos de la música, así como la armonización de algunas canciones.

La mujer de un viejo general carlista

Contaba Pio Baroja que Iradier “cortejaba a una mujer joven y coqueta, Juanita, casada con un viejo”. No resulta extraño por otra parte, dada la manera de ser del organista que, desde luego, es presumible que gozara de un buen cartel entre las aguraindarras y se lo disputaran.

El viejo –dice Baroja–, celoso y carlista, estaba “con la mosca en la oreja”. Habló con los suyos y decidieron prender al músico y enviarle a uno de los batallones de realistas de Alava, para que lo metieran en cintura o le pegaran cuatro tiros”.

En cuanto a la costumbre de Iradier de mezclar en la iglesia motivos de carácter profano entre los temas religiosos, ya que se había dado un antecedente en el organista que le precedió, Julián Salcedo, despedido por no cumplir las condiciones con las que entró a servir su empleo. También era de talante liberal, “que persistía en sus ideas políticas, incluso trataba de imponerlas desde el órgano parroquial.

En previsión de que ocurriera lo mismo con posterioridad, el Obispo de Calahorra –a cuya Diócesis pertenecía entonces Alava– con motivo de una visita pastoral a Salvatierra, el año 1.819 dictó una disposición que la tuvo en cuenta el párroco que regía la Iglesia de San Juan con el músico de Lanciego: “Que no permitan, bajo ningún pretexto, que en órgano se tañan ni canten sonatas o canciones profanas, más propias del teatro que de la casa de Dios, por las cuales más tratan de regalar el oído de los fieles, que excitar y moverlos a un afecto piadoso para su Dios” (Así lo recogía Dionisio Preciado, fraile de Agurain en su trabajo en la Revista de Musicología, el año 1984, al tratar del Paso de Iradier por Salvatierra).

El viaje a Madrid

No estuvo éste en Agurain más de seis años . El año de 1.833 solicitaba licencia de tres o cuatro meses con objeto de trasladarse a Madrid para poder mejorar sus conocimientos en la composición musical. Licencia que le fue concedida el 7 de julio del mismo año. No obstante no se sabe si Iradier se ausentó de la Villa de manera inmediata, o si permanceció un par de años más.

Existe un escrito referente a las cuentas de la colecturía de los años 1834 y 1835. En él reclama Iradier la cantidad que la iglesia de San Juan de Salvatirra le tenía que abonar como sacristán mayor, más mes y medio de salario correspondiente al mes de mayo y mitad de junio de 1.835. A pesar de todo ya se encontraba en Madrid, que es desde donde escribe.

Seguimos con Baroja: Decía éste que el “Sebastianito”, tal y como le llamaban en el pueblo, advertido de lo que preparaban contra él por lo de su amiga Juanita (aquella esposa de un general carlista a la que cortejaba) escapó de la Villa de Salvatierra a lomos de un caballo. Llegó a Vitoria y desde allí escribió una carta muy respetuosa al párroco de San Juan diciéndole que iba a tomar una licencia de cuatro meses y marcharse a Madrid.

Dice Preciado, que dada la situación a causa de las guerras carlistas en las que se encontraba el país, “recelaba Iradier de volver a su tierra”. Santiago Iradier, padre del organista, decía que había dejado el puesto “por haberle obligado las circunstancias de la guerra” y el propio Sebastián alude a las “vejaciones que ha sufrido en la guerra” (se sobreentiende que en Salvatierra).

Como quiera que transcurrió el tiempo, convertidos los meses en años sin que Iradier regresara a su puesto de organista, a partir del mes de octubre de 1.839 le fueron dirigidos dos oficios instándole a que se presentara en Agurain a cumplir su oficio de organista y sacristán mayor.

No respondió al primero, pero sí al segundo el 15 de enero de 1.840, en el que justificaba que la demora en su respuesta se debía a la situación de la guerra carlista en el País Vasco y dado que ya iba mejorando volvería a su puesto.

Pero llegó el mes de Mayo de 1.840, cuando se trató de la respuesta del organista que seguía sin aparecer por la Villa. Por fin el 4 de junio escribe:

“Esperaba que saliese el arreglo del clero, para ver si en mi asignación de organista y colector había alguna variación, pues me sería muy doloroso que después de hacer un viaje tan largo, me encontrase con modificaciones y rebajas del asunto y tuviese que volverme”.

Varios curas de Agurain con la Banda del Seminario a principios del siglo pasado

Varios curas de Agurain con la Banda del Seminario a principios del siglo pasado.

Antonio Landazabal sustituto de Iradier

Por fin el 18 de julio de 1.840 al cabo de cinco años de ausencia de nuestra Villa. Sebastián Iradier renunciaba a su plaza de organista y colector de San Juan para que pudiera ser provista a quien se creyera con más méritos para su desempeño.

El 25 del mismo mes se anunciaba oficialmente la vacante y era elegido nuevo organista, po la vía rápida, sin oposición. Antonio Landazábal, que había sido discípulo de Iradier.

Antonio Landazabal venía sustituyendo a Iradier de forma interina, con una asignación de tres reales diarios y permitiéndosele que comparta la organistía con su compañero Elías Ruiz de Luzuriaga. Este último era titular del órgano de la otra parroquia de Santa María, desde el fallecimiento del títular Elías de Durana, uno de los que el año 1.827 había competido con Iradier.

Landazabal era natural de Salvatierra – Agurain, circunstancia que se tenía como preferente; además era sobrino del cura. Después de haber regentado la plaza durante dos años, también solicitó permiso para trasladarse a Oñate e instruirse perfectamente en el oficio.

Le fue concedido el permiso con la condición de que habría de asistir a las funciones que se celebraban en la parroquia, aun estando de permiso. Condición que cumplió fielmente y que él tuvo en cuenta al solicitar ser nombrado organista titular.

Vuelta de Iradier

Vovió Sebastián Iradier a Salvatierra el 6 de septiembre de 1.840 para que le fueran abonados los retrasos, como así se acordó hacerlo a razón de 500 reales en cada uno de los cinco plazos.

Aprovechando la estancia suya en Agurain, al día siguiente 7 de septiembre se examinó a Antonio Lanzazábal, a petición de este mismo, para que pudiera justificar que no se le había otogado la plaza caprichosamente. No se dudó de que el examinador fuera el propio Iradier, dada su categoría profesional., conocido como uno de los mejores profesores de música organistica de la época.

t.spang

Foto: t.spang.

Enterada la junta de la parroquia del dictamen emitido y leído que fue el día 20 del mencionado mes, se retiró el acuerdo de concesión de la plaza de organista de San Juan a favor de Landazábal, visto el informe favorable del que había sido su maestro de órgano.

Sebastián Iradier en el encabezamiento de sus certificado, señala los títulos de que venía precedido desde Madrid: Maestro de solfeo para el Canto en el Real Conservatorio de Música de María Cristina, Vice–rector de la Academia Filarmónica Matritense, socio de mérito en la clase de Maestro compositor, consolidario del Liceo Artístico de Madrid, catedrático de Armonía y Composición del Instituto Español, profesor del Colegio Universal de Madrid y socio de honor de la Academia Filarmónica de Bayona, etc.

Tenía Iradier 31 años de edad.

Cuando Iradier se fue a Madrid y a los dos años de su estancia en Agurain, ya había contraído matrimonio. Pudo la recomendación que le hiciera el párroco o pudo la habilidad y gracia de una de aquellas salvaterranas con las que solía alternar, la agraciada fue Brigida de Iturburu y Díaz de Durana que sólo contaba 20 años al igual que él.

El desposorio tuvo lugar en la misma iglesia de San Juan, en la que él tocaba, el día 29 de julio de 1.829, del matrimonio nacería seis meses después un varón llamado Pablo Fernando.

No fue duradero este matrimonio, ya que Brígida murió muy joven e Iradier volvía a casarse cuando se hallaba en Madrid, entre los años 1840-1850.

La segunda esposa fue una madrileña llamada Josefa Arango, con la que tuvo una hija llamada Matilde.

Vuelta a Salvatierra

Tras su estancia en Madrid, La Habana y París, Iradier no olvidó a sus amigos de Agurain y un buen día se presentó a saludar a cuantos colegas de la Villa quedaban. Aquellas jóvenes con las que tanto había alternado y con algunas cortejado, se habían hecho tan mayores como él.

Poco se parecía a aquel chico joven, bien puesto y galante que a tantas las traía locas.

A pesar de que no era muy dado a las cosas de la Iglesia –el género de vida que había llevado no le ayudaba a eso– entró en la parroquia de San Juan para ver su órgano y tocó algunos acordes.

El que con más emoción le recibió fue su sucesor en la organistía y discípulo Antonio Landazabal. Naturalmente le pidieron que les contara algo de sus vida y de sus correrías por el mundo y también que les cantara canciones que hubiera compuesto. Aunque no recordaba ya con exactitud algunas de las que compuso y que cantaba siendo organista de San Juan, con alguno de sus amigos entonó algunas canciones acompañándose de una guitarra.

No se fue sin cantar aquella habanera que había dedicado en Cuba a una “linda guachinanga” que la llegó a inmortalizar anónimamente “LA PALOMA” aunque aquella fresca y bien timbrada voz de juventud se le había quedado opaca y algo quebrada.

Unos meses después empeoró y el 6 de diciembre de 1865, moría en los Arquillos de Vitoria, y era enterrado en el cementerio de Santa Isabel de Gasteiz.

En este artículo se aprecia el gran interés que el Cabildo salvaterrano tenía por sus organistas, los muchos candidatos que pretendían esta plaza bien dotada y sobre todo, algunos aspectos del gran compositor Sebastián Iradier desconocidos hasta ahora, como su calidad como “sacristán mayor” de San Juan, organista, músico y pedagogo.

Iradier nos dejó una apreciable producción. Publicó un Albúm Filarmónico con dibujos de Genaro Pérez Villamil, que reunía seis canciones suyas con letras de Juan Peral, dos de Campoamor y una de García Gutierrez, además de cinco valses.

En Cuba se supone compuso su famosa habanera “La Paloma” que inmortalizó su nombre y que ha sido empleada esta melodía en muchas películas de todas las nacionalidades y de modo especial en Habanera (1958) de José María Elorrieta, interpretada por los Xey.

Cuentan que la mujer del Emperador Maximiliano de Mexico estaba enamorada de “La Paloma”. Y él mismo pidió escucharla como último deseo antes de su ejecución. Eugenia León, sin embargo, le dio la vuelta en su tonadilla antiimperialista. “Si a tu frontera llega una paloma, cuida que no sea un buitre lo que se asoma...”.

Georges Bizet, y a pesar de ser gran amigo suyo, plagió sus notas para su opera Carmen y lo reconició, aunque quizás un poco tarde, pensando que se trataba de una canción popular española, se trataba del “Arreglito” de Iradier.

Gestionó la publicación de numerosas canciones que tenía manuscritas y la casa Heugel le editó una colección de 25 canciones con acompañamiento de piano y letras en francés. En Madrid le grabaron un centenar de obras suyas; escribió cinco números musicales para un sainete titulado “Las ventas de Cárdenas” el aire de baile “Los caracoles” que se interpretó y popularizó en cafés – cantantes, “El Contrabandista”, etc...

La obra de Iradier es fina y los ritmos de sus canciones tienen gracia y originalidad. Con Prudid y Cepeda compuso la música de la zarzuela “La Pradera del Canal” en 1.848, etc.

Bibliografía

Dionisio Preciado – Sebastián Iradier (1809-1865) Organista y “Sacristán Mayor” en Salvatierra de Alava. Revista de musicología – Vol. VII. Año 1984 – nº 1

Pio Baroja – “La sonrisa de Iradier” Periódico “Ahora” –2-31 Mayo de 1936.

Sabin Salaberri, Rafael Mendialdua y otros: La Música en Alava.

Venancio del Val – Sebastian Iradier.

Fortunato Grandes – Tres organistas salvaterranos: Salcedo, Iradier y Landazabal.

Kepa Ruiz de Eguino – Bandas de Música y Txistularis de Agurain – Salvatierra 1840- 2004 – Músicos y Organistas.

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